domingo, 30 de julio de 2017

Hechos y Milagros de la Virgen de África: Doña Elena Díaz.

Así se llamaba y era conocida en nuestra ciudad, una señora proveniente de familia noble portuguesa, que habitaba en el arrabal de la Almina. Su gran espíritu cristiano le llevaba a favorecer continuamente a los más necesitados, producrándoles el sustento así como asistiendo a los enfermos.

Se sabe que sólo contuba con una hija: María, que en el curso de 1743 a 1744 contaba aproximadamente 16 años de edad.

En estos momentos una rerrible epidemia de cólera morbo devastaba Ceuta. Doña Elena, junto con otras caritativas señoras, permanecían junto a las camas de los enfermos prestándoles auxilio y adquiriendo para ellos ropas y medicinas.

A pesar del peligro de contagio, no se habla de que alguna de estas piadosas mujeres fueran víctimas de la temible enfermedad, pero si parece ser que la peste llegó a alguno de sus hogares, siendo María -la hija única de Doña Elena- una de las víctimas.

Según señala Dl José Guerra Lázaro en su libro "tradiciones y Milagros de Nuestra Señora de África Patrona de Ceuta", esta epidemia que asoló a Ceuta, duró nueve meses y "según los datos oficiales causó en el vecindario más de 1.900 víctimas".

Ante la humana imposibilidad de curación Doña Elena centró sus esperanzas en la intercesión de la Santísima Virgen de África, a la que dirigió constantes y confiadas oraciones.




Siguiento directamente el relato de Guerra Lázaro, podemos leer: "Una de las muchas noches que pasaba a la cabecera de la cama de la enferma... cansada de rezar y de pedir la protección de Nuestra Sñora de África, quedóse medio dormida". Cuando Doña Elena despertó "vio una forma blanca que desprendiéndose de uno de los ángulos de la alcoba, avanzaba hacia el lecho de su hija; sus pasos no eran terrenales, no daban sus pies en el pavimento, y a media que avanzaba, distingúia las formas de aquel ser, su rostro de una sublimidad extraordinaria le sonreía, sus ojos miraban a la enferma con cariñoso afán, y andando en el aire, la visión llegó a la cama, la dama, pues mujer era, extendió sus manos y las puso sobre la frente, ya nublada por la muerte, de la enferma.

Pocos segundos duró la contemplación de la Señora, luego, separándose del lecho, miró un instante a aquellas dos mujeres que sufrían y desapareció envuelta en una aureola de luz.

Mientras acontecía esto, la acongojada Doña Elena, reconociendo en la Señora a la Excelsa Virgen de África, redobló sus súplicas postrada en el suelo y sus manos se clavaban hacia ella, mientras corrían de sus ojos lágrimas de felicidad".

A partir de este hecho la enferma comenzó a mejorar, encontrándose pefectamente restablecidad al día siguiente, sin que la enfermedad dejara huella alguna en su cuerpo.

Cundió el milagro por toda Ceuta, relatándose de vivienda en vivienda hasta en sus más pequeños detalles, creciendo la devoción de este pueblo para la Santísima Virgen de África y de este modo ha perdurado en esto más de dos siglos y medio, llegando hasta nosotros.

Juan María Gutiérrez Benítez